Infieles pero leales.

 

Los ingleses que tienen una larga tradición en cuestiones de decoro y disimulo, acaban de inventar un negocio asombroso. Se trata de una agencia de coartadas para cónyuges infieles que unos laboriosos empresarios han abierto en Londres. Los servicios consisten, en substancia, en proporcionar toda la cobertura estratégica que el adúltero pueda necesitar en tan delicado trance, como, por ejemplo, cartas de invitación a congresos inexistentes, citas de trabajo con compañías fantasmas, eficientes secretarias que contestan al teléfono para explicar que el señor Martínez o la señora García están reunidos, y que luego se apresuran a avisar a la señora García o el señor Martínez, donde quieran que estén los muy rijosos, de la inoportuna y suspicaz llamada.

Pues bien, en tan sólo el primer mes de funcionamiento, la agencia ha conseguido 1.600 clientes, de los cuales el 30% son mujeres. Cifras que demuestran, una vez más, que la vida real tiene que ver muy poco con la oficial. Hay un nivel de existencia más o menos diáfano en cual fingimos adaptarnos a los valores de la llamada normalidad. Pero, en cuanto que se escarba un poco en los entresijos de los individuos, se perfila un mundo muy distinto.

Es entonces cuando una descubre que la palabra "normalidad" no designa los comportamientos mayoritarios, sino que viene de "norma", esto es, de ley.

 
 


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